Todos los problemas se diluyen en una taza de té.
Como también todas las sonrisas.
Se diluyen también, y entre una humareda caliente, las dudas y las convicciones que caen al fondo y forman dibujos junto a los posos.
Se disfruta en compañía y reconforta en las soledades.
Todo gira, se enreda y se vuelve a soltar al ritmo de una cucharilla, al compás de la esencia y con la calidez de su vapor.
Dejé que me embriagara y que fuera mi inspiración...
y escribí como si se hubiese derramado el propio té sobre el papel.